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La desafortunada figura «signos vitales»

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Por: Milenio

Francisco Abundis, director de Parametría, ha publicado en nuestro diario una encuesta en hogares, personal, sobre percepción de la evolución de la economía a escala nacional actualizada a abril pasado. En resumen, pese a que hay crecimiento del producto interno bruto, la gente percibe que la situación empeora.

La paradoja puede tener varias razones, aun la influencia de los medios, que suelen privilegiar las malas noticias sobre eventuales buenas nuevas. Sin embargo, lo conversé con Abundis esta semana, otro factor es que hoy en día hay ciudadanos que aún no se recuperan ya no digamos de la crisis de 2008, sino del error de diciembre de 1994.

¿Cómo podría esta gente percibir alguna mejora, si aún carga con deudas de aquellas debacles, con pérdida de casas y autos? Acaso para que sea más claro el panorama, ayer el presidente Enrique Peña Nieto dijo que hay «cuatro signos vitales» del crecimiento, figura desafortunada, pues aunque estos indicadores de salud pueden ser tomados a cualquier persona, aun sana, están asociados precisamente en la percepción de las personas a una medición para saber qué tan grave es la situación de un herido, un desmayado o un moribundo.

O quizá sea una figura adecuada, la de los «signos vitales», a partir de un golpe de sinceridad, de que el Presidente ve un país en condición de desmayo o gravedad extrema, pero que empieza a dar señales de vida con números como un crecimiento de 2.9 por ciento en el PIB en el primer trimestre o de 3 por ciento a lo largo de su gestión. O por el alza en el número de empleos y en el del consumo, así como el control de la inflación. ¿Por qué, si la gente consume más, dos de cada tres mexicanos creen que la situación empeora y solo uno de cada 10 percibe la mejoría? Será porque los primeros no ven reflejadas esas cifras macroeconómicas en sus bolsillos, pese a bajas en electricidad y telefonía celular.

La caída de los precios del petróleo y el aumento del dólar respecto al peso tienen su preponderante dosis de daño a la economía, pero también a la percepción, pues pegaron de inmediato en toda clase de servicios, y los escándalos de corrupción borran cualquier «signo vital» que se quiera atribuir al moribundo, dado que la ciudadanía verá a los señalados en la esfera del poder como los responsables.

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