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En México la Desconfianza Hace Mayoría

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Por: The Mexican Times

En los últimos años se ha manifestado una crisis de confianza sistemática hacia nuestras instituciones políticas, al grado que se ha puesto en duda la propia aceptación de la democracia como la mejor forma de gobierno entre los mexicanos. Incluso, la tendencia va a la baja.

Ineficiencia, servilismo, falta de transparencia, corrupción, impunidad, vínculos entre funcionarios públicos y organizaciones delictivas adjetivan hoy la reputación de muchas de las instituciones que surgieron y se moldearon con las transformaciones posrevolucionarias del siglo pasado, y que se han modernizado con la denominada ?transición democrática?. Para ilustrar esta situación retomo algunos datos publicados recientemente:

El Latinobarómetro 2015 (estudio elaborado por la organización que lleva el mismo nombre) deja claro un descontento [de mayoría] hacia la democracia: sólo 19% de los mexicanos está satisfecho con la democracia que tiene, siendo el porcentaje más bajo entre los países de América Latina. Mientras que nada más el 48% prefiere la democracia a cualquier otra forma de gobierno.

EI Informe País sobre la calidad de la ciudadanía en México (Instituto Nacional Electoral, 2015) expresa que 50% de los mexicanos prefiere un gobierno autoritario a uno democrático. Asimismo, con la excepción del ejército, los maestros y las iglesias, el nivel de confianza hacia instituciones y organizaciones políticas y sociales es menos de la mitad. El propio Instituto Federal Electoral (ahora INE) guardaba un porcentaje de confianza de 34%.

La encuesta nacional Confianza en las instituciones (Consulta Mitofsky, 2015) dice que del 1 al 10, la confianza ciudadana a las instituciones es calificada con 6.2, siendo las instituciones peor calificadas la policía (5.3), los diputados (5.2) y los partidos políticos (4.9). La encuesta ¿En quién confían los mexicanos? (Parametría, 2015) no cambia mucho las cosas: los mexicanos tienen mayor confianza en sus familiares y amigos (82 %), la iglesia católica (72 %) y los sacerdotes (65 %); pero confían menos en los sindicatos (23 %), los agentes de tránsito (20 %) y los partidos políticos (19%).

Y qué decir de la Consulta Infantil y Juvenil 2015 (INE, 2016). Los ?próximos ciudadanos? (jóvenes de entre 14 y 17 años de edad), cuya mayoría votará por primera vez en el 2018, apenas tienen confianza en sus gobernantes (5.2%) y los partidos políticos (4.9%); al contrario de la confianza que mantienen en su familia (95.9%) y amistades (70.3%). En tanto que cuando buscan ayuda, 93.3% acude a su familia y simplemente el 5% se dirige al gobierno.

Tan riesgoso es confiar mucho, como riesgoso es confiar poco. Estos datos que expresan la elevada desconfianza ciudadana hacia las instituciones, la cual se observa que es transgeneracional, reflejan un problema que paraliza el mismo funcionamiento de nuestra democracia ?representativa?: los mexicanos no nos sentimos representados por quienes reclaman para sí la representación. Existe un distanciamiento entre las dos partes del juego.

Una democracia consolidada como la que a veces los políticos suponen que tenemos, debe inspirarse en el diálogo permanente entre los actores que en ella participan, al tiempo que buscar que los actos que hacen quienes ejercen el poder político sean transparentes con quienes les conferimos nuestra voluntad política. Pero si eso no existe, aunado a que se empeñan en no hacer las cosas bien, es difícil reorientar el camino hacía instituciones más aceptadas.

Ahora que la mayoría desconfiamos, ¿En quién más podemos confiar? No es que ellos no entiendan que no entienden. Es que sí entienden, pero quizá no les importa.

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